El ron fue bebida de piratas y corsarios pero también de la acaudalada clase alta de la mítica embarcación.
por Caius Apicius
El ron, ese aguardiente elaborado a partir del jugo de la caña de azúcar, ha sido la bebida marinera por excelencia. No hay película de piratas en la que no aparezca la botella de ron, a la que ya se canta en la mejor novela de piratas de la historia, “La isla del tesoro”, de Robert Louis Stevenson.
¿Alcohol de piratas? Sí, pero no solamente, salvo que sea usted de los que considere que todos los marinos ingleses, empezando por sir Francis Drake, eran unos piratas, confundiendo al pirata con el corsario; para el desvalijado era lo mismo, pero a efectos jurídicos, no: los corsarios tenían permiso real (la patente de corso) para asaltar navíos y repartirse el botín con el rey.
Antes de la irrupción del ron, la bebida de la marinería era la cerveza. El problema es que la cerveza acaba estropeándose, es una bebida fermentada, no destilada.
A finales del siglo XVII se empezó a sustituir la cerveza por el ron, especialmente en la zona de máxima actividad de piratas y corsarios que, casualmente, también lo es la del nacimiento del ron: las Indias Occidentales, donde se cultivaba el azúcar llevado por Colón.
Por supuesto, un par de jarras de ron en estado puro no parece que fuera lo más indicado para entrar en combate en estado razonablemente sobrio. Lo de los piratas, bueno, allá cada cual; pero era la mismísima Royal Navy la que suministraba ron (matadiablos, ‘killdevil’) a sus marineros.
Fue el almirante Edward Vernon, que se pasó la mayor parte de su vida combatiendo contra los españoles, quien ideó rebajar el alcohol con agua. Ron y agua hirviendo, en doble proporción de la segunda. Para hacer la bebida más agradable, se le añadió azúcar y se aromatizó con limón.
La nueva bebida fue llamada grog, y siguió usándose en la Marina Real hasta los años 70 del siglo pasado. Ya pueden suponer que la expresión groggy viene de grog.
Vernon obtuvo una gran victoria sobre los españoles en Portobelo (Panamá); todo fueron parabienes y festejos. Pero sólo dos años después, el español Blas de Lezo hizo salir de malas maneras a Vernon y su flota de Cartagena de Indias. Los infantes de marina españoles anularon la abrumadora superioridad británica en naves y hombres.
Una cosa importante: el añadido del limón, que sirvió, aunque por entonces (1740) no se supiera, como preventivo de la gran plaga de la vida en el mar: el escorbuto, falta de vitamina C, que diezmaba las tripulaciones. Pronto pasaron los ingleses de usar limón a usar lima, de modo que los marineros de los Estados Unidos llamaron a los británicos limeys.
Cambien ustedes agua hirviendo por agua helada. Hagan con el agua, el limón y el azúcar un sorbete. Corónenlo con merengue helado. Finalmente, mójenlo con un buen ron y sirvan. Eso es un “ponche a la romana”, que estuvo de moda en los banquetes de la Belle Époque (1870-1914), y cuya invención se atribuye a Auguste Escoffier, chef francés afincado en Londres.
Salió de la Marina Real y se pasó, frío y merengado, a la civil. Un ponche a la romana formaba parte de la cena servida la fatídica noche del 14 de abril de 1912 en el comedor de primera clase del Titanic: la última cena del coloso de la White Star Line.
Y, aunque no era un HMS o barco de Su Majestad, sí tenía algo que ver: su nombre oficial era RMS Titanic, donde RMS es abreviatura de Royal Mail Steamship, o sea, buque de vapor de los correos reales. Nada más propio, entonces, que un poquito de ron.
EFE.